Desde Canarias hasta Vladivostok, un espacio en el que analizaremos toda la actualidad mundial, en especial la concerniente al espacio geopolítico euroasiático. Economía, política, historia.. desde un punto de vista eurasianista, antisionista, y contrario a la injerencia atlantista.
sábado, 19 de enero de 2013
Las condiciones del trabajador alemán, las mejores del mundo en 1938, según dirigente sindical neozelandés.
15 de septiembre 1938 - CONDICIONES Obrero Alemán MEJORES EN EL MUNDO, DIRIGENTE SINDICAL NEOZELANDÉS DICE:
"Estoy totalmente satisfecho con que nadie en la Alemania de hoy quiera la guerra", dijo Arthur Cook, secretario general del Sindicato de Trabajadores de Nueva Zelanda.
El Sr. Cook, que representaba a los trabajadores de Nueva Zelanda en la reciente Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra, pasó algún tiempo en Alemania, donde, según él, las condiciones de los trabajadores son mejores que en cualquier otra parte del mundo, y muy por delante de Australia o Inglaterra; las horas de trabajo son además inferiores, dijo. Las fábricas más grandes tienen una jornada de nueve horas diarias y una semana de 54 horas, y las condiciones eran infinitamente superiores.
No había señales de la pobreza, y todo el mundo estaba trabajando con entusiasmo para construir un país independiente y una nación en buena forma física.
Fuente
viernes, 18 de enero de 2013
El Ejército Rojo fue made in USA
A mediados de julio de 1941 la mayoría de los tanques, que formaban parte de la flota de 20.000 tanques soviéticos, habían perdido. Las tropas de la Werhmacht avanzaban impetuosamente y siguieron acercándose a la capital rusa. Cada tanque del ejército soviético en el frente era como un tesoro. Y fue entonces cuando los suministros de "Préstamo y Arriendo" resultaron muy oportunos. La primera Matilda inglesa y tanques de San Valentín llegaron a la URSS en septiembre de 1941, y un mes más tarde fueron probados ya en acción en la batalla cerca de Moscú. En la tercera entrega del documental "La verdadera historia del Préstamo y Arriendo", Paul Tadich descubre hechos desconocidos sobre la cooperación entre la Unión Soviética y los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
(Traducido de: The True Story of the Lend Lease).
El industrial millonario, Armand Hammer, también jugó un papel clave en el establecimiento de las bases de "Préstamo y Arriendo". Como colaborador permanente de Lenin y Stalin en la obtención de la ayuda occidental, sobre todo norteamericana, en la industrialización de la URSS ... En su bien documentada biografía de Hammer, el experto en espionaje Edward Jay Epstein describe el papel activo desempeñado por este incterlocutor en establecer el sistema de "Préstamo y Arriendo". Epstein señala que en noviembre de 1940 Armand Hammer se reunió con Roosevelt en la Casa Blanca. Él y el presidente discutieron la idea del desarrollo de la asistencia militar estadounidense a Gran Bretaña, la campaña de la Ley de Neutralidad y Roosevelt se comprometió a no enredar a los Estados Unidos en la guerra europea en sentido contrario. Roosevelt propuso acto seguido a Hammer discutir este plan con Harry Hopkins. Hopkins viajó dos veces a Nueva York, base de operaciones Hammer, para discutir esta idea con funcionarios y hombres de negocios de allí.
(Párrafo traducido de: "Russia's life saver")
Como resultado de sus esfuerzos y según el libro "Feeding the bear, alimentando al oso, American aid to the Soviet Union in 1941-1945" del profesor de historia americana Hubert Van Tuyll (publicado en 1989): A través del programa Lend-Lease Act de Roosevelt, aprobado por el congreso en marzo de 1941, y que desde noviembre de ese mismo año incluyó a la URSS, a través de 3 vias de entrada: Irán, Vladivostok y Murmansk, se enviaron a la URSS 18 millones de Tm de material por un valor de 10 billones, con B, de dolares de la época, valor actual 120 billones, con B, de dólares.
Lectura sugerida: "La Unión Soviética que el magnate estadounidense Armand Hammer ayudó a construir"
(Traducido de: The True Story of the Lend Lease).
El industrial millonario, Armand Hammer, también jugó un papel clave en el establecimiento de las bases de "Préstamo y Arriendo". Como colaborador permanente de Lenin y Stalin en la obtención de la ayuda occidental, sobre todo norteamericana, en la industrialización de la URSS ... En su bien documentada biografía de Hammer, el experto en espionaje Edward Jay Epstein describe el papel activo desempeñado por este incterlocutor en establecer el sistema de "Préstamo y Arriendo". Epstein señala que en noviembre de 1940 Armand Hammer se reunió con Roosevelt en la Casa Blanca. Él y el presidente discutieron la idea del desarrollo de la asistencia militar estadounidense a Gran Bretaña, la campaña de la Ley de Neutralidad y Roosevelt se comprometió a no enredar a los Estados Unidos en la guerra europea en sentido contrario. Roosevelt propuso acto seguido a Hammer discutir este plan con Harry Hopkins. Hopkins viajó dos veces a Nueva York, base de operaciones Hammer, para discutir esta idea con funcionarios y hombres de negocios de allí.
(Párrafo traducido de: "Russia's life saver")
Como resultado de sus esfuerzos y según el libro "Feeding the bear, alimentando al oso, American aid to the Soviet Union in 1941-1945" del profesor de historia americana Hubert Van Tuyll (publicado en 1989): A través del programa Lend-Lease Act de Roosevelt, aprobado por el congreso en marzo de 1941, y que desde noviembre de ese mismo año incluyó a la URSS, a través de 3 vias de entrada: Irán, Vladivostok y Murmansk, se enviaron a la URSS 18 millones de Tm de material por un valor de 10 billones, con B, de dolares de la época, valor actual 120 billones, con B, de dólares.
Vladimir Lenin, Leonard Brezhnev, Ronald y Nancy Reagan, entre otros elitistas.
Lectura sugerida: "La Unión Soviética que el magnate estadounidense Armand Hammer ayudó a construir"
viernes, 11 de enero de 2013
LA SEGUNDA REPÚBLICA DE SEFARAD
EL RETORNO DE LOS SEFARDITAS Y EL HISPANICIDIO PROGRAMADO
Eran las once de la noche (por lo tanto, con alevosía y nocturnidad) del día 23 de Enero de 1932 cuando el presidente de la II República "española" -Manuel Azaña- mandaba a Fernando de los Ríos, a la sazón ministro de Justicia, la orden por la cual se procedía drásticamente a la "disolución en territorio español de la Compañía de Jesús". Entre las razones que se barajaban para decretar la disolución de los jesuitas se esgrimía el cuarto voto de la Compañía de Jesús (a saber: "el voto de obediencia al Romano Pontífice"). Lo cual -sostenían los lustrosos y orondos demagogos- era intolerable e inadmisible en la flamante "República democrática de trabajadores de toda clase". Por el cuarto voto jesuita -alegaban los enemigos de la Iglesia- la Compañía de Jesús se convertía en un grupo fuera de la ley, puesto que obedecían a un poder extranjero (el Papado). No era la primera vez que ocurría la expulsión de la Compañía de Jesús, organización eclesial que, como pocas, han atraído siempre las iras del enemigo de Cristo. En los sueños de Manolito Azaña "España había dejado de ser católica", pero -contra sus más íntimos deseos- Azaña sabía -como todos sus compañeros de logia- que la Compañía de Jesús ejercía todavía una influencia sobre la educación y la sociedad españolas, una influencia que no podían tolerar los sectarios ricachones republicanos, erigidos en tribunos de la plebe.
La Compañía de Jesús obedecía al Papa, a un "poder extranjero", según los masones que dominaban la vida pública española (políticos y no pocos periodistas). Los republicanos se nos muestran -con estas razones- muy celosos de la lealtad a España. Pareciese que les importaba mucho la lealtad a España; tanto les importaba que no podían consentir que una institución -fundada por un español, por cierto- como la Compañía de Jesús residiera en España a sabiendas de la obligación que -por voto religioso- cada hijo de San Ignacio tiene contraída con el Vicario de Cristo. Sin embargo, a los gobernantes de la II República no les inquieta que en España se asiente una comunidad -la judía. "L'Universe Israelite" (12 de Junio de 1931) explica a sus lectores judíos, rebosando de satisfacción, la excelente acogida que dispensan los prohombres de la II República Española a los representantes judaicos. Don Niceto Alcalá Zamora recibe al Doctor Kibrik y al Gran Rabino de Buenos Aires, y les promete -según afirma el periódico judío:
El Gran Rabino no se contentó con promesas en el aire y le pidió a Don Niceto nada más y nada menos que la iglesia de Santa María de Toledo, para convertirla en Sinagoga judía, como lo había sido antiguamente. También se acordó organizar un Congreso Mundial de Sefarditas que efectivamente, con dienro de las arcas públicas de España, se celebraría y con el objeto de organizar el retorno de los judíos sefarditas a España sin más dilaciones. Las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, podrían conformar todo un grueso dossier que ilustraría mucho a nuestros lectores sobre lo que estamos diciendo aquí.
Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de estos masones que instauraron la Segunda República Española, siempre argumentaron el manido tema de la "reparación". Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos. Gobiernos masones anteriores se habían anticipado; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.
La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.
Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos en Una Editorial muy sospechosa (recomendamos leerlo, pues este artículo está relacionado con aquel otro al que nos referimos). Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que ayer también aludíamos en dicho episodio. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.
Los Padres de la Compañía de Jesús eran expulsados de España en 1932, bajo la sospecha de ser un grupo que obedecía a un poder extranjero. Sin embargo, el mismo gobierno republicano que expulsaba con la más atroz de las intolerancias a la Compañía de Jesús, era la misma camarilla que, haciendo alarde de su hipócrita tolerancia, no sólo reparaba y concedía la nacionalidad española a los sefarditas, sino que alentaba con incentivos el retorno de la comunidad judía a España. Muchos han querido ver en la expulsión de los jesuítas una señal de lo que se estaba preparando en el horizonte: el tremendo Holocausto de la Iglesia Católica que perpetrarían sistemáticamente las brigadas exterminadoras del Frente Popular.
La persecución religiosa sufrida en España durante estos tremendos años no fue, como quieren algunos, fruto de la espontaneidad de un pueblo hastiado de clérigos; fue abonada, cultivada, preparada a lo largo de décadas y décadas de propaganda anticlerical. No puede resultar sorprendente, pues; no, al menos, para quien haya leído atentamente las satánicas exhortaciones al genocidio católico que escupía la boca de Diego Ruiz (véanse los dos artículos que hemos dedicado a este masón y visionario vesánico: Logias: atrios de las sinagogas y Luciferismo, Blasfemia y Anti-España). En la revista "Ágora", Diego Ruiz escribió en un artículo titulado "Anarquismo y Judaísmo", poco antes de estallar la guerra:
Eran las once de la noche (por lo tanto, con alevosía y nocturnidad) del día 23 de Enero de 1932 cuando el presidente de la II República "española" -Manuel Azaña- mandaba a Fernando de los Ríos, a la sazón ministro de Justicia, la orden por la cual se procedía drásticamente a la "disolución en territorio español de la Compañía de Jesús". Entre las razones que se barajaban para decretar la disolución de los jesuitas se esgrimía el cuarto voto de la Compañía de Jesús (a saber: "el voto de obediencia al Romano Pontífice"). Lo cual -sostenían los lustrosos y orondos demagogos- era intolerable e inadmisible en la flamante "República democrática de trabajadores de toda clase". Por el cuarto voto jesuita -alegaban los enemigos de la Iglesia- la Compañía de Jesús se convertía en un grupo fuera de la ley, puesto que obedecían a un poder extranjero (el Papado). No era la primera vez que ocurría la expulsión de la Compañía de Jesús, organización eclesial que, como pocas, han atraído siempre las iras del enemigo de Cristo. En los sueños de Manolito Azaña "España había dejado de ser católica", pero -contra sus más íntimos deseos- Azaña sabía -como todos sus compañeros de logia- que la Compañía de Jesús ejercía todavía una influencia sobre la educación y la sociedad españolas, una influencia que no podían tolerar los sectarios ricachones republicanos, erigidos en tribunos de la plebe.
Esta mujerzuela, con sonrisa cretina, es la viva imagen de la
Segunda República Española
La Compañía de Jesús obedecía al Papa, a un "poder extranjero", según los masones que dominaban la vida pública española (políticos y no pocos periodistas). Los republicanos se nos muestran -con estas razones- muy celosos de la lealtad a España. Pareciese que les importaba mucho la lealtad a España; tanto les importaba que no podían consentir que una institución -fundada por un español, por cierto- como la Compañía de Jesús residiera en España a sabiendas de la obligación que -por voto religioso- cada hijo de San Ignacio tiene contraída con el Vicario de Cristo. Sin embargo, a los gobernantes de la II República no les inquieta que en España se asiente una comunidad -la judía. "L'Universe Israelite" (12 de Junio de 1931) explica a sus lectores judíos, rebosando de satisfacción, la excelente acogida que dispensan los prohombres de la II República Española a los representantes judaicos. Don Niceto Alcalá Zamora recibe al Doctor Kibrik y al Gran Rabino de Buenos Aires, y les promete -según afirma el periódico judío:
"...el Gobierno [de la Segunda República española] promulgará solemnemente una ley a favor de los judíos, obsequiándoles con la ciudadanía española; dicha ley tendra carácter de reparación por una injusticia histórica y los cónsules españoles en el extranjero recibirán instrucciones concretas para facilitar a los judíos el regreso a España".
El Gran Rabino no se contentó con promesas en el aire y le pidió a Don Niceto nada más y nada menos que la iglesia de Santa María de Toledo, para convertirla en Sinagoga judía, como lo había sido antiguamente. También se acordó organizar un Congreso Mundial de Sefarditas que efectivamente, con dienro de las arcas públicas de España, se celebraría y con el objeto de organizar el retorno de los judíos sefarditas a España sin más dilaciones. Las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, podrían conformar todo un grueso dossier que ilustraría mucho a nuestros lectores sobre lo que estamos diciendo aquí.
Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo
Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de estos masones que instauraron la Segunda República Española, siempre argumentaron el manido tema de la "reparación". Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos. Gobiernos masones anteriores se habían anticipado; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.
La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.
Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos en Una Editorial muy sospechosa (recomendamos leerlo, pues este artículo está relacionado con aquel otro al que nos referimos). Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que ayer también aludíamos en dicho episodio. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.
El nefasto Manuel Azaña
Los Padres de la Compañía de Jesús eran expulsados de España en 1932, bajo la sospecha de ser un grupo que obedecía a un poder extranjero. Sin embargo, el mismo gobierno republicano que expulsaba con la más atroz de las intolerancias a la Compañía de Jesús, era la misma camarilla que, haciendo alarde de su hipócrita tolerancia, no sólo reparaba y concedía la nacionalidad española a los sefarditas, sino que alentaba con incentivos el retorno de la comunidad judía a España. Muchos han querido ver en la expulsión de los jesuítas una señal de lo que se estaba preparando en el horizonte: el tremendo Holocausto de la Iglesia Católica que perpetrarían sistemáticamente las brigadas exterminadoras del Frente Popular.
La persecución religiosa sufrida en España durante estos tremendos años no fue, como quieren algunos, fruto de la espontaneidad de un pueblo hastiado de clérigos; fue abonada, cultivada, preparada a lo largo de décadas y décadas de propaganda anticlerical. No puede resultar sorprendente, pues; no, al menos, para quien haya leído atentamente las satánicas exhortaciones al genocidio católico que escupía la boca de Diego Ruiz (véanse los dos artículos que hemos dedicado a este masón y visionario vesánico: Logias: atrios de las sinagogas y Luciferismo, Blasfemia y Anti-España). En la revista "Ágora", Diego Ruiz escribió en un artículo titulado "Anarquismo y Judaísmo", poco antes de estallar la guerra:
"Lo de España ha de resolverse sangrientamente. La única solución es la solución judía. Hay que revisar el crimen de esa Iberia romana, íntimamente unida a la obscena sedición de Jesucristo" ("Ágora", número 4, pág. 4).Diego Ruiz se salió con la suya. El problema se resolvió sangrientamente, tal y como ellos querían... Pero no vencieron.
jueves, 10 de enero de 2013
LA INVASIÓN DE CONVERSOS PORTUGUESES. SU IMPORTANCIA
A los confesos locales sumáronse
con posterioridad los de Portugal, que ocuparon una posición hegemónica en el
siglo XVII. La masiva aparición de cristianos nuevos lusitanos (parte de ellos,
en realidad, integrantes de familias hispanas expulsadas en 1492) se produjo al
unificarse ambas coronas en 1580 y, en especial, luego de la desaparición de
Felipe II. El 4 de abril de 1601, valiéndose del soborno, "su arma favorita"
al decir de Dorninguez Ortiz, (182) los marranos portugueses consiguieron 44 permiso
para abandonar Portugal sin licencia, logrando después, previo pago de 1.600.000
cruzados, que Felipe III obtuviera de Clemente VIII, el 23 de agosto de 1604, el
escandaloso "perdón general" para los judaizantes condenados,
inclusive los que se hallaban en prisión, posibilitando así su traslado a
España.
“Inmediatamente - expresa dicho
autor- se derramaron por España, ejerciendo sus ocupaciones predilectas y
levantando a la vez las protestas consiguientes. Una exposición de la provincia
de Guipúzcoa en 1605 los acusaba de tráficos ilícitos, exportación de metales
preciosos y hasta de traficar con mujeres a cambio de lencería... Ya sea por estas
quejas, sea, y es lo más probable, por no haber pagado la suma prometida, en
1610 se revocó el permiso de salida. No por eso dejaron de cruzar la frontera
subrepticiamente, pues en las Cortes de 1624 el procurador por Burgos don Juan
Rodríguez de Castro denunciaba la gran cantídad de cristianos nuevos portugueses
'que por vivir en sus malas sectas y pervertidos errores vienen huyendo del
Santo Oficio y se avecindan en las ciudades y lugares de estos Reinos'.”
(183)
La autorización legal para
ingresar a España, extensiva a los condenados por la Inquisición, se consiguió
el 26 de agosto de 1627. Por iniciativa del marrano conde duque de Olivares,
(184) en agosto de 1626 un grupo de poderosos mercaderes conversos lusitanos
solicitó, a cambio de 400.000 ducados, una serie de exorbitantes privilegios y
concesiones, lo que obligó a Felipe IV, en razón de su carácter de cristianos
nuevos, a convocar una Junta Especial para que previamente se expidiera sobre
la amnistía a los judaizantes que cumplían condenas inquisitoriales y a su
libertad de movimientos en el imperio.
En los documentos respectivos,
"se advierte la buena disposición del Rey hacia los marranos y la
encarnizada oposición que hacía el reino de Portugal, particularmente la Inquisición
y los prelados, a sus demandas". (185) Sin embargo, en la precitada fecha
de 1627, la inquisición lusitana concedióles un Edicto de Gracia, vale decir un
indulto transitorio de tres meses, en cuyo lapso podían confesar sus culpas
contra le Fe y ser reconciliados sin penalidades, permitiéndoseles abandonar el
país. Al año siguiente, el 11 de mayo, los conversos portugueses obtuvieron
nuevas concesiones, entre ellas la autorización de los casamientos mixtos, cuya
trascendencia subraya Domínguez Ortiz. (186)
La definitiva libertad de acción para los cristianos nuevos portugueses se
logró, 250.000 ducados mediante, el 17 de noviembre de 1629. Desde luego,
aunque no se mencionó expresamente, tal autorización excluía a las Indias,
donde siempre estuvo prohibido el ingreso de los conversos, salvo licencia
real.
De este modo, se produjo en España
-y clandestinamente en Indias- lo que Caro Baroja define como una "verdadera
invasión" de judíos conversos portugueses, (187) que se asentaron
especialmente en Madrid, Sevilla y en todo el sur, alcanzando rápidamente una
posición descollante en !a vida económica hispana y enorme influencia en el gobierno, sobre todo bajo Felipe IV. Domínguez
Ortiz destaca que "uno de los aspectos más singulares de la administración
interior del cuarto de los Felipes es la gran participación que dentro de ella
tomaron, en el aspecto económico, los marranos o judíos conversos
portugueses", judaizantes en su mayoría. (188)
"A mediados del reinado de
Felipe IV -escribe Caro Baroja-, puede decirse que tenían mediatizadas las
alcabalas, los puertos secos y diezmos de la mar, los almojarifazgos, rentas
del Maestrazgo, sedas de Granada, pimienta, esclavos negros (rentas antiguas)
y, 45 además de éstas, la renta de la goma, el estanco del tabaco y naipes y el
servicio llamado de millones. En las salinas, los azúcares y otras producciones
también se notaba la intervención de esta gente, que incluso administraron el
producto de la Cruzada", (189) agregando más adelante el citado que,
"pese a todo lo que se ha dicho en punto a la persecución de los judíos y
a las consecuencias económicas que tuvo ésta, de donde hubieron de sacar
ganancias más cuantiosas fue del comercio y trato con las Indias occidentales,
o de la administración de los monopolios estatales que regulaban aquel comercio.
Así, en la época que nos ocupa (el
reinado de Felipe IV, F.R.C.) era en Sevilla donde las operaciones eran más
crecidas, siendo la aduana de Cádiz la que adquirió máxima importancia con
Carlos II y Felipe V. Queda mucho por hacer en la historia de estas dos plazas
comerciales, pero los documentos que se tienen acerca de ellas indican que el
Estado Español hubo de someterse una y otra vez a condiciones y formas de
arriendo que hoy se considerarían vergonzosas.
En 1630 el almojarifazgo de Indias
se pretendía arrendar a un grupo de hombres de negocios portugueses: Manuel
Cortizos, Antonio Martín, Francisco Lobo, Martín de Guevara y Alonso y Diego
Cardoso. Los Cardoso fueron luego arrendadores de otras rentas. Estos hombres
eran todavía personas de poca estimación. Pero, después de muchas discusiones,
otro grupo de portugueses (que no la debían tener mayor) se quedó con tal
arriendo, a partir del 1° de enero de 1632. Luis Correa Monsanto, Marcos Fernández
Monsanto, Felipe Martín Dorta, Simón Suárez y Ruy Díaz Angel, eran quienes
formaron la compañía, que puso al comercio sevillano en grandes apreturas, al parecer,
desde aquella fecha hasta 1644. Posteriormente tomaron el arriendo José Fernández
de Oibera y Simón Rodríguez Bueno, que no resultaron más blandos que los anteriores,
y en 1663, después de las graves crisis de 1647 y 1657, lo tomó un hombre que
fue el 'aduanero' por antonomasia, hasta el siglo XVIII casi: aludo a Francisco
Báez Eminente, al que algunos atribuyen complicidades con las potencias
hostiles al Estado español”. (190) Esto prueba que si bien el monopolio
comercial con las posesiones ultramarinas era ventajoso para ambas partes -
pese a cuanto se ha dicho en contrario-, el control judeoconverso del mismo
significó enormes perjuicios para la Corona. A pesar de la caída, en 1643, de
ese gran destructor del imperio español que fue Olivares, la dependencia del
Estado a la banca conversa lusitana no dejó de acentuarse, incluso después de
la muerte de Felipe IV.
En las postrimerías de! reinado de
éste, dice Caro Baroja (191), "lo único que se observa, a medida que pasa
el tiempo, es una dependencia cada día mayor de firmas y bancas poco conocidas,
o ya conocidas en el período anterior, como correspondientes a hombres de
negocios judíos" portugueses. Como es de imaginar, el contrabando y las estafas
al Estado formaban parte del comportamiento habitual de !os traficantes y banqueros
"portugueses". "Más de una vez, manifiesta Domínguez Ortiz, el
Consejo de Hacienda presentó al rey el ruin proceder de aquellos hombres, sus
estafas al Fisco y las correspondencias que mantenían con el extranjero para
sacar la plata e introducir mercaderías y vellón falso. Sin embargo, como había
urgente necesidad de sus caudales, cada vez tuvieron mayor entrada en los negocios,
elevándose los más opulentos a la categoría de asentistas regios".
(192)
Olivares fue quien lo encumbró y
protegió, concediéndoles honores y, como dice el nombrado autor, "aunque
sea difícil aportar pruebas directas no cabe duda de que los46 preservó en lo
posible de las pesquisas inquisitoriales". (193) Los dos principales
colaboradores del conde-duque"marrano eran conraciales, el lusitano Manuel
López Pereira y el español Jacob Cansino o Cancino. Este, que oficiaba de
intérprete de Olivares, gozaba de un privilegio que deja estupefacto: tenía un
"permiso especialísimo para vivir dentro de su ley y vistiendo el indumento
propio de los judíos africanos". (194) Y no paraba ahí la cosa, pues
"Cansino tenía tal autoridad por entonces que podía hablar libremente,
incluso con gentes sospechosas en materias de fe y, según algún proceso, aparece
relacionado con espías y judaizantes". (195)
En cuanto a López Pereira, brazo
derecho del famoso valido, del cual fue albacea testamentario en dos ocasiones,
"se decía que había salido en un auto de fe en su país natal y que tenía
un hermano en Amsterdam: el escándalo fue muy grande cuando en 1636 se le nombró contador con asiento en el Consejo de
Hacienda. Desde este momento hasta la caída de Olivares la importancia de López
Pereira fue tal que los escritores judíos lo consideraron tiempo después como
valido del valído”. (196) Pero también Felipe IV dispensó su amistad a
poderosos asentistas judíos portugueses, como a Jorge de Paz de Silveyra y a su
hermano Manuel, concediendo al primero un hábito y el título de barón que
obtuvo al autorizarse su enlace con la baronesa Beatriz de 5ilveyra, (197) al
parecer también cristiana nueva. Es rigurosamente exacta la afirmación de Caro
Baroja respecto a que los marranos portugueses "alcanzaron con él situaciones
nunca imaginadas en hombres de este linaje”. (198) El ejemplo más claro de ello
lo constituye la familia Cortizos. Manuel Cortizos, hijo de un destacado
negociante llamado Antonio López Cortizos, es el eje de una historia que causó
asombro y de la cual suministra preciosas informaciones el mencionado
investigador.
"En 1630, cuando se pretendía
arrendar el almojarifazgo de Indias a un grupo de hombres de negocios portugueses,
entre los cuales estaba nuestro Manuel Cortizos, el Consejo de Estado puso
objeciones 'porque de su proceder -dice el informe- se tienen ruines
relaciones, que obligan a excluirlos totalmente'.” (199) Unos años más tarde,
sin embargo, Cortizos habla logrado un notorio encumbramiento, convirtiéndose
de arrendador y mercader de lonja (200) en hombre de corte: "el 15 de
febrero de 1637 obsequió a los reyes con una fiesta espléndida en los
alrededores de la ermita de San Bruno, haciendo los honores la condesa de
Olivares. Acababa de comprar el cargo de receptor del Consejo de Hacienda por
300.000 ducados y entró en aquel mismo Consejo con preeminencias nunca
vistas". (201)
Transcurridos unos pocos años,
Felipe IV "le hizo merced de un hábito de Calatrava, merced que se
extendió luego a su hermano, mucho menor, Sebastián, a otro hermano militar
llamado Antonio, que brillaba poco, y a su primo Sebastián (López) Ferro o Hierro
de Castro", así como a Manuel Cortizos, hijo del todopoderoso asentista.
(202) Las pruebas fueron acondicionadas convenientemente, logrando, además, la
dispensa pontificia dado que el progenitor fue mercader, (203) "Manuel
Cortizos y los suyos de 1640 a 1650 siguieron una marcha triunfal. En 1645 era
caballero de Calatrava, señor de Arriafana, del Consejo de Su Majestad en su
Contaduría Mayor de Cuentas, secretario de esta Contaduría y de las cortes y
ayuntamiento de Castilla y León, escribano mayor y perpetuo de ellos,
secretario de la comisión y administración de millones y 'fator' general de los
servicios del reino... junto a él se ve medrar en palacio a su hermano Sebastián
que, nacido en Madrid en 1618, ya en 1642 estaba facultado para servir la secretaría
de millones en ausencia de Manuel, y que después ejerció cargos importantes en
el Consejo de Hacienda, etc.” (204)
Sebastián Ferro o Hierro de
Castro, el primo de los Cortizos, también del hábito de Calatrava y marqués de
Castelforte, desempeñó en Flandes la función de pagador general de Felipe IV.
Asimismo, integraba el Consejo de S.M. ante el Tribunal de la Contaduría Mayor
de Cuentas y era tesorero de la Santa Cruzada, secretario de las Cortes de
Castilla y comisario de Millones. (205) Por si esto fuera poco, Manuel Cortizos
y su hermano Sebastián habían sido designados familiares del Santo Oficio (206)
para lo cual debieron aprobar las pruebas de limpieza de rigor. No satisfecho
aún, Manuel se hizo nombrar ...inquisidor, luego de haber realizado un préstamo
o provisión de 800.000 ducados a la Corona, rechazando hábilmente las joyas que
la reina quería dejar en garantía. (207) El insólito hecho movió al celoso y
afamado inquisidor Adam de la Parra a escribir una poesía satírica contra su
nuevo compañero de tareas, que le valió la cárcel. Y he aquí que al morir de
improviso en 1649, descubrióse que Manuel Cortizos y su familia judaizaban,
incoándose el proceso pertinente.
Desde los primeros años de la
década del 30, la inquisición venía acumulando informaciones sobre el
criptojudaísmo de la familia, pero fue a causa de unas ceremonias judaicas que
se hicieron con motivo de la muerte de Manuel Cortizos (quien, como puede
suponerse tuvo un funeral impresionante en una iglesia madrileña), en la que participaron
un grupo de mujeres conversas, que el Tribunal intervino deteniendo a varias de
ellas, las que confesaron que los Cortizos eran judaizantes, confirmando así lo
que ya se sabía. Respecto a Manuel, las denuncias que obraron en los archivos
hacían saber que "los banqueros de Italia y Amsterdam sabían que hacía
grandes envíos fuera de España" y "esperaban algunos, el mismo año de
su muerte, que Manuel Cortizos pudiera irse a la Jerusalén holandesa a
proclamar públicamente su fe, dejando hábitos, secretarías, etc.". (208)
Pero no se le formó causa post mortem, como era habitual, lo que prueba la
influencia extraordinaria que había tenido y que también gozaba su hermano
Sebastián, quien no fue molestado. Luisa Ferro o Hierro, mujer de Manuel –del cual
era prima hermana-, pese a que se le inició proceso y ordenóse su apresamiento,
nunca fue detenida. (209) En cambio si lo fue Mencía de Almeida, madre de la
anterior y de Sebastián Hierro, la que ingresó en la prisión inquisitorial de
Cuenca. El 20 de abril de 1656, a puertas abiertas, le fue leída la sentencia
que la condenaba "a adjurar de levi y a ser advertida y reprendida
gravemente, desterrada de Cuenca y Madrid, en cuatro años, dos precisos y dos
cuando se le ordenara". (210)
Esto provocó un escándalo de
proporciones: ¡la madre de un caballero de Calatrava condenado por judaizante!
Lo asombroso es que al año siguiente, Felipe IV nombró a Sebastián Cortizos
embajador en Génova y al hijo de la judaizante, Sebastián Hierro, presidente de
la sumaria de Nápoles. Tres años más tarde, Cortizos estaba de vuelta en Madrid
ocupando un puesto de consejero en el Consejo de Hacienda. Ambos fallecieron alrededor
de 1669, cuando se hallaban en Nápoles. De Hierro se sabe que tuvo un funeral
digno de un caballero de Calatrava. El año 1661 se reabrió la causa de las dos mujeres,
cuyo paradero no se ubicó. En la ocasión se hizo una meticulosa información genealógica,
que puso de manifiesto el crecido número de penitenciados que registraba el
clan. (211)
En todo este tiempo y durante
largos años, la banca de los Cortizos siguió operando normalmente y realizó
pingües negocios. Bajo el reinado de Carlos II la familia prosiguió usufructuando
del favor real. "En 1668 el hijo de Manuel Cortizos, hijo y nieto de las
dos mujeres encausadas por la Inquisición de Cuenca años atrás, era agraciado
con el título de vizconde de Valdefuentes. Este Manuel José Cortizos debía ser
el jefe de la banca allá por los años de 1677... Todavía en 1680 la Inquisición
se ocupaba del expediente de su madre; pero esta vez para considerarlo
sobreseido". (212) El banquero José Corfizos, primo del anterior y se cree
que hijo de Sebastián, apoyó el partido del archiduque Carlos contra Felipe IV,
ncargándose del apresto de las tropas inglesas y portuguesas. Tras la derrota
de su candidato, en 1717 radicóse en Inglaterra, donde "abrazó
públicamente el judaísmo e hizo cincucidar a su hijo... terminó sus días en
1742, como un miembro fiel de la sinagoga sefardí de Londres, cien años después
de que se concediera el hábito de Calatrava a su padre". (213)
Los conversos lusitanos eran
generalmente agraciados con hábitos de las órdenes militares de Portugal, como
las de Cristo y Santiago, lo que producía el consiguiente escándalo e indignación.
(214) Jorge de Paz de Silveyra, el amigo de S.M., era caballero de Santiago y
en 1636 al formalizarse un asiento de 650.000 ducados se le concedió la encomienda
de San Quintín de Monte de Grajo, para lo cual se necesitó dispensa pontificia
por no haber ido a Africa. Fernando Tinoco, por su parte, poseía una encomienda
de la Orden de Cristo. "En los asientos de 1639, informa Domínguez Ortiz, las
mercedes regias fueron de gran liberalidad: Alonso Cardoso, por su asiento de 240.000
escudos, obtuvo un hábito de Avis para Alvaro Núñez de Lisboa. Otro hábito se
dio a Manuel Rodríguez Andrade, y el de Cristo a García Fernández, por
intercesión, probablemente bien pagada, de Jorge de Paz... Duarte Brandón
Suárez, al hacer las provisiones ordinarias para 1640, obtuvo un hábito para su
cuñado Antonio Núñez Gramajo (un pillo redomado que había hecho una gran
fortuna en indias por medios ilegales)". (215) También fueron favorecidos
con títulos algunos importantes judíos de Portugal en tiempos de Carlos II,
como Diego Fernández Tinoco -vástago de Fernando Tinoco-, tesorero del Consejo
de Portugal y contador mayor de cuentas, el cual recibió, al igual que el hijo
de Cortizos, un título de vizconde, el de Fresno. (216)
Nada mejor para evaluar la
influencia de !os judíos conversos portugueses, que el decreto de Felipe IV con
motivo de la sublevación de Portugal, el cual demuestra, por otra parte, que el
incumplimiento de la tan mentada orden de "desarme y registro de portugueses"
en el Río de la Plata, no se debió sólo al predominio de los cristianos nuevos
entre las autoridades de allí. El decreto, que lleva fecha 28 de diciembre de 1640,
inmediatamente de producido el levantamiento, ordena a las autoridades que "atendiendo
lo bien servido que me hallo de esta gente y la satisfacción que tengo de su buen
proceder (!), los traten como a los otros naturales de estos Reinos, y como han
sido tratados hasta aquí, sin que consientan se les haga ninguna vejación ni
molestia". (217)
Las descaradas mentiras con que el
monarca pretendía justificar una medida tan perniciosa para España, la Corona y
la Fe Católica, resultaban aún más intolerables, pues entonces llovían, más que
nunca, las denuncias contra los portugueses "de la nación", como el
informe que elevó el presidente de Castilla al ser requerido sobre la peligrosidad
de los numerosos extranjeros residentes:
"De portugueses es mayor el
número y la mano por medio de los asientos; tienen atravesados todos los
partidos, lleno el Reino de ejecutores de su nación. Están a su disposición las
entradas de los puertos para introducir y sacar todo género de mercaderías; las
llaves de los puertos; el dinero para proveer y no proveer y avisar los
pertrechos y pólvora de la cantidad que se sabe la han dado. En fin, de ellos
depende la vida y la defensa. Bien se puede temer de su natural odio a los
castellanos y poca constancia de la Religión Católica, que en un frangente
podrían levantarse con alguna ciudad marítima ayudados de los demás extranjeros
del Reino". (218)
En la disposición real salta a la
vista la mano del funesto converso Olivares, pero también la consciente
política filosemita del rey, que concedía honores y elevadas funciones en su
corte a estos marranos judaizantes, algunos de los cuales fueron procesados por
el Santo Oficio español. Domínguez Ortiz, refiriéndose al decreto de marras, no
puede menos que admitir que el gobierno, pese a "toda su buena intención
no podía ocultar el hecho de que muchos de los tan favorecidos marranos sólo
buscaban enríquecerse por los medíos que fuera". (219) La corriente
inmigratoria de los tratantes "portugueses" decreció en forma
considerable durante el siglo XVIII, pero no se interrumpió hasta los primeros
años del siguiente. En su mayoría permanecieron en España,
"integrándose" en la sociedad y junto con sus conraciales nativos,
continuaron ejerciendo una hegemonía que fue in crescendo. Si al cuadro que
acabo de esbozar se agrega que los marranos establecidos fuera de la península,
según señala Jacob Shatzlcy, desde principios del siglo XVI mantenían un
"intenso comercio" con ella, e incluso los radicados en Holanda, como
ciudadanos de este país, viajaban "frecuentemente por cuestiones de
negocios" a España, (220) puede apreciarse la magnitud de la internacional
dorada conversa y su excepcional poderío.
miércoles, 9 de enero de 2013
Judíos "portugueses" utilizaron Canarias como epicentro del contrabando de esclavos
Elliott: ´Canarias fue el epicentro para el contrabando de esclavos, azúcar y plata´
El historiador y catedrático emérito de la Universidad de Oxford, John Elliott, aseguró ayer que "Canarias, junto con Madeira y Azores, formaron el epicentro del contrabando internacional de esclavos, azúcar y plata" en el siglo XVII.
El historiador hizo estas declaraciones en la sesión de apertura del XX Coloquio de Historia Canario Americana que, desde ayer y hasta el próximo día 19, se celebrará en la Casa de Colón, y que presidió el presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, junto al consejero de Cultura, y Patrimonio Histórico y Cultural, Larry Álvarez, y la directora del centro, Elena Acosta.
"Tras la unión de España y Portugal en 1580, en ningún lugar las fronteras imperiales fueron tan borrosas como en las Islas del Atlántico, donde los contactos entre Canarias, Azores y Madeira se hacían más continuos que en otros lugares", señaló Elliott. Esta época, que duró 60 años, tuvo mayor convergencia, según el historiador, entre España y Portugal en el aspecto económico antes que en el político, y mientras España se centraba en los aspectos de la defensa, Portugal lo hizo en los negocios.
"Muchos portugueses aprovecharon la unión de las colonias para cruzar el Atlántico", y así los conversos viajaban continuamente a Canarias, los mercaderes se establecían en los territorios españoles, y Canarias, Azores y Madeira "formaron parte de un sistema integrado de monopolio del contrabando".
Elliott recordó que al principio de la época colonial, hubo un valor limitado en lo que Brasil suponía para Portugal comparado con lo que suponía las Indias para España, que se muestra en muchísimos aspectos, como las actitudes hacia las poblaciones indígenas, con la inexistencia de una legislación protectora para los indios brasileños, en contraste con el marcado corpus en los españoles, o en la complicada marca burocrática española y la casi inexistente lusa.
"Cualquier comparación de estos imperios destaca en que, además de que ambas potencias europeas fueron pioneras y rivales, tuvieron configuraciones geográficas diferentes". Así, Brasil no tuvo un efecto para el equilibrio portugués que estaba enfocado hacia Asia, "pero Tordesillas muestra un vasto territorio del palo de Brasil, una valiosa materia prima que estaba en manos privadas, y que ante las amenazas de los franceses, empezaron a ejercer un control real sobre ellas". Otro aspecto importante fue la lentitud con la que se estableció la colonia portuguesa. "A los 17 años España ya tenía a Hernán Cortés, mientras que Portugal tuvo que esperar medio siglo para su primer gobernador real" .
Esta diferencia se puede comprobar también en que el Atlántico brasileño es más abierto al español, más fiscalizado por la Casa de Contratación o por el hecho de que en 1560 unos 21.000 portugueses viajaron a Brasil, en contraste con los 250.000 españoles que fueron a Indias. "Luego comenzó a crecer la población al consolidarse la industria azucarera." Otro aspecto importante fue que los monarcas lusos tardaron en ejercer una jerarquía eclesiástica competente y sólo con la llegada de los jesuitas se habló de misioneros. "Sin embargo, en Brasil no hubo debate sobre la defensa de los indios como en España, que integra a los indígenas en la España colonial".
Elliott también se refirió a cómo la independencia de las colonias fue diferente para ambos países, siendo más violenta para España, donde Fernando VII huye ante la invasión napoleónica, mientras que el rey portugués se establece en Río de Janeiro.
El azúcar en el mundo judeoconverso de las Islas Canarias.
El azúcar, como cultivo en las Islas Canarias, se introduce a partir del año 1496, concretamente para la isla de Tenerife. Años antes ya ha tenido una presencia notable en Gran Canaria de la mano de Alonso Fernández de Lugo con su ingenio de Agaete. Estamos hablando de finales del siglo XV. Esta experiencia ha sido compartida por los judeo conversos Gonzalo de Segura y Francisco Boniel, dueños de ingenios de azúcar en Gran Canaria.Es el propio adelantado Alonso Fernández de Lugo, conquistador de la isla, quien promueve el cultivo del azúcar en Tenerife iniciando una adjudicación de tierras y aguas a cuantos estén dispuestos a su implantación. Esto sucedía a partir de los primeros años del siglo XVI.Pero no es el terreno ni el agua sino la voluntad de hacer los trabajos, con el consiguiente desembolso, lo que hace más difícil poner en marcha las fincas y las obras en los ingenios. Es la voluntad y los conocimientos para hacerlos lo que magnifica la presencia de los judeo conversos tanto españoles como portugueses.Se ha reiterado hasta la saciedad la condición de banquero del judío. Nada más falso en Canarias, donde lo realmente aportado por los judeo conversos no es el capital, que lo fue por banqueros genoveses como los Riberol, los Viña, los Ponte, los Sopranis o los Guiraldín.Los judíos, en su forma de judeo conversos, hicieron posible la explotación racionalizando los trabajos, acercando a los ingenios a los afamados maestros portugueses llegados desde Madeira y las Azores para este propósito.Debemos gran parte del conocimiento del mundo judeo converso al profesor Millares, al profesor Anaya y al profesor Fajardo. En su exhaustivo estudio debemos acompañar el trabajo de la profesora Benedicta Rivero Súarez sobre la industria del azúcar y su desarrollo en Tenerife. Cosas de la vida; el apellido Millares aparece en Gran Canaria en el año 1505 en proceso ante el Santo Oficio, en la persona de un canónigo al que se persigue como judeo converso.Sólo en los repartos de tierras y aguas ya figuran de los inicios del siglo XV y XVI Bartolomé Benítez, cuya esposa es la judeo conversa Francisca Benítez de Las Cuevas, hija de Alonso de Belmonte. Este Alonso, gobernador, inhabilitado por el Santo Oficio por su origen judío. Aparecen también: Andrés Suárez Gallinato; Pedro Vergara; Fernando Llerena; Jerónimo de Valdés; Pedro de Lugo, cuya esposa es la judeo conversa Elvira Díaz de San Lúcar; Alonso de Las Hijas y Francisco Jiménez.También aparecerá un judeo converso en la isla de La Palma, Martín Alemán, vinculado a un ingenio de azúcar.Y otros muchos, que se estudian en los textos contenidos en los Archivos del Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria y conservados hasta hoy gracias a la labor de inicio del profesos Millares.El primer ingenio que se levantó en la Orotava, lo fue por el andaluz Bartolomé Benítez, al que ya hemos visto casado con la judeo conversa Beatriz Benítez de Las Cuevas. Había vendido todas sus propiedades en Andalucía para venir a Tenerife, donde su familia hoy forma parte de la mejor aristocracia de Canarias asociando su apellido al del conquistador Alonso de Lugo a través de su hija Leonor, casada con Francisco de Lugo.Es de destacar el relieve que fueron tomando en la sociedad de la isla estas familias Benítez, Llerena, aunque con algunas alteraciones en sus apellidos bien intencionadas, que han permanecido entre nosotros y siguen en sus posiciones dentro del campo de la cultura o la industria.Tengo la sana impresión de que algunos de ellos han olvidado sus ancestros o no los han estudiado en Archivos serios.Como todo negocio, en tierras de promisión y avatares familiares, el ingenio de Bartolomé Benítez acabó en las manos del banquero genovés Nicoloso Ponte que, mira qué cosas, esta casado con Ana de Vergara, de la familia del judeo converso Pedro de Vergara.En la hacienda o ingenio levantada por el banquero Tomas Justiniano nos encontramos nuevamente con una presencia judeo conversa, la de Andrés Súarez Gallinato y Pedro de Lugo, que es el esposo de la judeoconversa Elvira Díaz.Hay un personaje, que no he podido encontrar en los trabajos sobre la Inquisición que aparece en toda la industria del azúcar tinerfeño, y se trata de Alonso de Llerena. Aparece en todos los negocios azucareros y casualmente o no tanto lleva el apellido de los judeo conversos procesados en Gran Canaria Fernando, Sebastián y Juan de Llerena.Este Alonso de Llerena de cuya procedencia judeo conversa yo no abrigo dudas, al estar vinculado por casamiento con la familia Cabrera, fue el arrendador del ingenio que fabricó en la isla el Duque de Medina Sidonia, personaje éste, donJuan de Guzmán, poco conocido en Canarias aunque fueran sus refuerzos militares, con tropas licenciadas tras la conquista de Granada, los auténticos valimientos de que dispuso el conquistador Alonso Fernández de Lugo. El pago a su intervención se hizo en tierras y aguas que en el año 1526 ya estaban en manos de nuestro personaje Alonso de Llerena.El padre del ya mencionado Nicolás Ponte es el también genovés Cristóbal Ponte, que tan pronto llega a la isla se casa con la sobrina del adelantado igualmente conocida como Ana de Vergara Y esta Ana de Vergara es la hija de Pedro de Vergara, cuyos orígenes judeo conversos han sido estudiados por el profesor Rumeu de Armas.No menos curioso es otro personaje, Lope Fernández Herrero, marido de Elena Velázquez, conversa, que intervino en la construcción del ingenio de Taganana.El apoyo necesario desde el punto de vista de las escribanías para el registro de la documentación que se iba generando tuvo también la presencia de judeo conversos, siendo los más destacables Pedro Dorador y su hijo Diego Dorador, que pasaría a la historia como Diego Riquel y cuya casa aún existe en la mejor zona de San Cristóbal de la Laguna.Otro caso será el del escribano Juan Márquez, judeo converso, cuya genealogía estará en la sangre de la familia Anchieta, concretamente en otro escribano, Juan de Anchieta, sobrino del apóstol del Brasil, José de Anchieta, entre cuyos ascendientes estarán los Llerena, a través de su madre Mencía.Las actividades del azúcar necesitan de una mano de obra cualificada y es necesario para ello hacer llegar desde Madeira y las Azores, donde el cultivo de este vegetal ya tiene una tradición. En esta nomina de artesanos llega una buena cantidad de habitantes de estas islas que ya han tenido en Portugal alguna causa con la Inquisición. Canarias en principio se ofrece como refugio.No siempre fue así y los archivos de la Inquisición del Museo Canario dan muy buena cuenta de ello.Sería bueno destacar, para que nos vayamos poniendo al día en la verdadera historia de Canarias, antes de que sólo se nos recordara por los plátanos, que la autentica riqueza de nuestra Canarias europea fue la exportación de azúcar hasta bien entrado el siglo XVI. A partir de ese año hablaríamos de vinos.Como anécdota que otro día ampliaremos diremos que también el plátano y el tomate de Canarias son en buena medida la gran obra de otro judío, y este no converso, Henry Wolfson Osipof, que promovió el cultivo de esas frutas e hizo las primeras exportaciones.
Este Castillo/Palacio fué la residencia en Tenerife del comerciante judío/ruso/ingles Enrique Wolfson y señora.
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